Roma.- Abandonada tras el final de la Segunda Guerra Mundial luego de haber servido como residencia del dictador fascista, Benito Mussolini, la Villa Torlonia de Roma reabrió sus puertas al público tras una reconstrucción progresiva.
Considerada la más reciente de las villas nobiliarias de la Ciudad Eterna, la Villa Torlonia es también un parque público y hospedará muestras y actividades culturales, como la exposición “El jardín de las musas danzantes”, que reúne esculturas de la artista María Cristina Crespo.
La muestra, expuesta durante todo el mes, fue instalada en la “Casina delle Civette”, la casa dentro de la Villa Torlonia en la que habitó hasta 1938 el príncipe Giovani Torlonia Jr., luego de que la residencia principal del complejo fuera cedida en 1925 como residencia oficial de Mussolini.
Protagonistas de la exposición son mujeres ícono de la “Belle Epoque”, como Isadora Duncan, Mata Hari, la Bella Otero, Loie Fuller, Ida Rubinstein, Cleó de Merode, la Marquesa Casati y Olga Koklova.
“Suspendidas entre el mito y el olvido, consideradas a menudo más adecuadas para las páginas de la crónica mundana que para las de la historia, ellas son las protagonistas de jarrones-retrato modelados y pintados en cerámica”, explicó Crespo en un recorrido con medios extranjeros.
La muestra tiene como escenografía un jardín con las flores preferidas por los artistas del movimiento Liberty, que entre finales del siglo XIX y principios del XX abarcó fundamentalmente a la arquitectura y a las artes aplicadas.
La escultora quiso rendir homenaje a las protagonistas de la “Belle Epoque”, mujeres que se adelantaron a su tiempo y que pasaron por simples “aventureras”, cuando en realidad fueron artistas, intelectuales, empresarias, mecenas, esposas, amantes y también víctimas de los eventos y de sí mismas.
Crespo explicó que decidió instalar la muestra en la Villa Torlonia para subrayar un aspecto poco conocido del lugar, es decir, el amor por la danza de parte de la familia Torlonia. De hecho, ese arte está reflejado en las pinturas y murales que adornan la residencia.
Fue el marqués Giovanni Torlonia quien en 1797 compró la entonces llamada Villa Colonna, propiedad de la familia noble de los Pamphili y encargó a Giuseppe Valadier, uno de los más importantes arquitectos del periodo neoclásico, la reestructuración de la residencia.
Entre 1802 y 1806 Valadier convirtió el edificio principal en un elegante “Palazzo”, edificó las escuderías y diseñó un parque atravesado por vías simétricas y adornado por fuentes y esculturas.
Los descendientes del marqués prosiguieron con la ampliación y decoración del complejo con la contratación de los principales arquitectos de la época, como Quintiliano Raimondi y Giuseppe Jappelli.
Fue en ese momento que la llamada “cabaña suiza” fue transformada en la “Casina delle Civette” (Casita de las Lechuzas) y se instalaron en el jardín dos obeliscos en granito rosa dedicados a los marqueses Giovanni y Annamaria Torlonia.
En 1919 fue descubierto en el complejo un gran cementerio judío subterráneo y en 1925 la Villa Torlonia fue cedida, con el pago simbólico de una lira, como residencia de Mussolini y su familia hasta 1943, cuando el “Duce” fue arrestado.
La presencia de Mussolini no significó modificaciones sustanciales de la villa. El Duce habitaba en el palacio principal y utilizaba el Villino Medievale y la Limonia (almacén de limones) para la proyección de películas, mientras su esposa, Rachele se dedicaba a los “huertos de guerra” en el jardín.
Según la leyenda no confirmada, Mussolini instaló a pocos metros de la Villa Torlonia a su amante más famosa, Claretta Petacci, quien habría vivido en una residencia que en la actualidad es sede de la embajada mexicana en Roma.
Tras los intensos bombardeos aéreos contra Milán, Turín y Génova de 1942, el dictador hizo construir un “búnker” subterráneo en la Villa Torlonia, aunque Roma, sede del Vaticano, se salvó de las bombas hasta el 19 julio de 1943, cuando la primera incursión aliada en la capital causó miles de muertos.
Una semana después del primer bombardeo de Roma, Mussolini fue arrestado sin haber podido utilizar el “búnker”, que durante la sucesiva ocupación alemana de la capital sirvió como refugio para muchos de sus habitantes.
En sus diarios el Duce dejó escrito que sentía “antipatía” por el búnker no tanto por los elevados costos de su construcción, sino porque en su interior consideraba que una vez que fuera terminado habría sido completamente inútil, lo que al final sucedió.