Buenos Aires.- El escándalo político más grave de los últimos años en Argentina comenzó con una denuncia de impunidad y terminó con una muerte, en un caso en el que quedaron envueltos funcionarios, espías, Estados Unidos, Irán, Israel y la Interpol.
Los protagonistas de una trama que conmueve a la sociedad son la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y el fiscal Alberto Nisman, quien la acusó de pactar con Irán la impunidad de los terroristas implicados en el atentado sufrido en 1994 en la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA).
El 12 de enero, Nisman volvió repentinamente de sus vacaciones en Europa, y dos días después denunció ante el juez Ariel Lijo, en un escrito de 289 páginas, a la presidenta, al canciller Héctor Timerman y a los líderes sociales Luis D’Elía y Fernando Esteche.
La acusación en sí misma desató un debate nacional por la supuesta “diplomacia paralela” en la que, según Nisman, participaron D’Elía y Esteche para negociar con el presunto espía iraní Alejandro Khalil en nombre del gobierno argentino.
Fernández de Kirchner y los funcionarios de su gobierno advirtieron que la denuncia no tenía pruebas y sólo respondía a una revancha de espías, en medio de la “limpia” que el gobierno está intentando hacer en la Secretaría de Inteligencia.
La discusión cambió de eje el pasado lunes, cuando Nisman, quien tenía una cercana relación con el desplazado espía Antonio Stiusso, fue encontrado muerto en su departamento, solo, con las puertas cerradas por dentro, tirado en el baño en un charco de sangre y con una pistola al lado.
Hasta entonces, la crisis más grave del kirchnerismo había sido el conflicto con las patronales agropecuarias que estalló en 2008 por una reforma impositiva que no prosperó después de meses de tensión en los que incluso se especuló con la renuncia de Fernández de Kirchner.
Pero la muerte de Nisman revivió la sombra de impunidad que ha cubierto otros crímenes políticos y conmocionó a los argentinos, tanto a los que responsabilizaron al gobierno, como a los que creen que la presidenta es víctima de un complot, como ella misma denunció la víspera.
Por ahora, la confusión es el sello de una muerte que aún no se ha determinado si fue suicidio o asesinato, pero en la que aparecen manchas por todos lados, incluso de la víctima.
Cables de WikiLeaks revelaron que Nisman, designado fiscal de la causa AMIA en 2004, respondía a las indicaciones de la embajada de Estados Unidos, a donde solía acudir para consultar directivas, informar sobre la investigación o disculparse por no colaborar de manera suficiente.
Por eso no es extraño que la embajada haya manifestado su “profundo pesar” en un comunicado, y ofrecido colaboración para investigar la muerte del fiscal, quien, se descubrió este viernes, utilizaba un lujoso vehículo que estaba a nombre de una empresa estadunidense de espionaje.
La Interpol se sumó al debate con Nisman todavía vivo, ya que el pasado fin de semana el ex secretario general de esta organización, Ronald Noble, desmintió al fiscal y aseguró que el gobierno argentino jamás insinuó siquiera la posibilidad de levantar las órdenes de captura en contra de los iraníes.
Israel también lamentó la muerte de Nisman, mientras la comunidad judía en Argentina, que es la más grande de América Latina, lo identificó como la víctima 86 del atentado a la AMIA y advirtió que, pese a los casi 21 años transcurridos desde ese 18 de julio en que estalló la bomba, seguirán buscando la verdad y exigiendo justicia.