Waterloo, Bélgica.- El olor a pólvora y los ruidos de cañones volvieron a llenar hoy el aire sobre los campos de trigo de Waterloo, 200 años después de la fatídica batalla que selló aquí el fin del imperio de Napoleón Bonaparte.
Armados con bayonetas y montados en sus mejores caballos, los soldados franceses embistieron de nueva cuenta a las tropas aliadas comandadas por el duque de Wellington, pero esta vez ante los ojos de 68 mil civiles venidos de diversos países para presenciar la mayor reconstitución histórica realizada de una batalla.
“Es increíble. Es como volver al pasado y ser parte de la historia”, dice con los ojos brillantes una anciana británica que hizo el viaje sola para participar en las celebraciones del bicentenario de la batalla de Waterloo.
El escenario de la fiesta se extiende por cerca de tres kilómetros en esta localidad rural, a 20 kilómetros de Bruselas, donde hoy viejos aristócratas y amas de casa del Siglo XIX tomaron el bus y se comieron una hamburguesa al lado de sus conciudadanos del Siglo XXI.
La reconstrucción del ataque francés —un espectáculo de dos horas con banda sonora de la ópera Carmina Burana— contó con seis mil 200 actores de 47 nacionalidades, además de unos 300 caballos. También los campamentos de los beligerantes fueron reproducidos de manera fiel.
Cruzar sus vallas, abiertas al público durante todo el día, es una verdadera incursión en la vida de las trincheras en 1815: los participantes duermen en tiendas, comen al aire libre y llevan trajes de la época todo el día.
Salvo los celulares último modelo, cestos de basura y uno que otro artículo de primera necesidad, los objetos de los campamentos son idénticos a los de 1815.
“Construimos juntos una tela, recreamos la historia en todos los detalles. Hay que estar muy atentos a todo para que cuadre. Por ejemplo, las gafas que llevo hoy no son las de todos los días”, comenta el holandés Oscar Warmer, de 55 años, quien actúa en la caballería del ejército aliado junto con su hijo Mike, de 24.
Toda la familia se tomó dos semanas de vacaciones para participar en la representación del bicentenario, empezando por la batalla de Ligny, donde pasó una semana antes de seguir camino hasta Waterloo, tal y cual las tropas aliadas hace 200 años.
La organización les paga, como a todos los demás participantes, un sueldo simbólico, insuficiente para cubrir los gastos de la familia con el evento, que incluyen todo el material de época utilizado y sus caballos personales, afirma Warmer.
Sólo las ropas empleadas por Oscar y Mike les costaron más de 10 mil euros, revela. Pero el alto costo no le importa a él ni al hijo, y mucho menos a la esposa Ellen.
“Esto es un hobby y son buenas vacaciones. Cuando se termine, haremos todos una gran fiesta y nos emborracharemos. Es la mejor parte”, explica Ellen con una sonrisa.