En cada paso por la selva se puede ganar dinero, desde un plato con comida hasta un paquete completo que cubra las necesidades de cada migrante, puede llegar a costar casi nueve mil pesos (500 dólares).
Cientos de migrantes que buscan el sueño americano cruzan por la peligrosa jungla de Darién, el único paso terrestre a Estados Unidos desde Sudamérica y es ahí donde los que no son ‘polleros’ ni ‘coyotes’ lucran con ellos.
Y es que son políticos, empresarios prominentes y líderes electos que ahora envían miles de Migrantes hacia Estados Unidos y cobran miles de dólares por ese privilegio, de acuerdo al diario The New York Times.
Desde un paseo en bote para llegar a la selva tropical que costaría 40 dólares (683 pesos), una guía sobre la ruta peligrosa una vez que se empieza a caminar costaría 170 dólares, (dos mil 903 pesos), un porteador para llevar tu mochila son 100 dólares (mil 707 pesos).
Un plato de pollo y arroz después de una ardua escalada: 10 dólares (170 Pesos) . Paquetes especiales con todo incluido para hacer que el peligroso camino sea más rápido y llevadero, con tiendas de campaña, botas y otras necesidades: 500 dólares (ocho mil 539 pesos) o más.
El Tapón del Darién se ha transformado rápidamente en una de las crisis políticas y humanitarias más apremiantes del hemisferio occidental. Un goteo hace apenas unos años se ha convertido en una inundación: más de 360 mil personas ya han cruzado la selva en 2023, según el gobierno panameño, superando el récord casi impensable del año pasado de casi 250 mil.
Ante la crisis, Estados Unidos, Colombia y Panamá firmaron un convenio para poner fin al “movimiento ilícito de personas”, una práctica que “conduce a la muerte y explotación de personas vulnerables para obtener ganancias significativas”.
Esa práctica, hoy en día es una de las mayores ganancias nunca antes vistas, ya que, los líderes locales han recaudado decenas de millones de dólares en lo que va del año por parte de los migrantes, es así que los expertos internacionales dicen que es más sofisticada que cualquier otra.
La fundación Nueva Luz Darién es gestionada por el señor García, quien gestiona toda la ruta desde Acandí hasta la frontera con Panamá: fija los costos del viaje, cobra tarifas y dirige extensos campamentos en medio de la selva.
La fundación ha contratado a más de dos mil guías locales y portadores de mochilas, organizados en equipos con camisetas numeradas de distintos colores (verde lima, amarillo mantequilla, azul cielo) como miembros de una liga de fútbol amateur.
Los inmigrantes pagan por niveles de lo que la fundación llama “servicios”, incluida la guía básica de 170 dólares y el paquete de seguridad hasta la frontera. Luego, un “asesor” de migración les coloca dos pulseras en las muñecas como prueba de pago.
“Como un boleto para Disney”, dijo Renny Montilla, de 25 años, un trabajador de la construcción de Venezuela.
Las autoridades han preguntado si la fundación de García no tiene que ver con una operación de contrabando bajo la apariencia de una organización sin fines de lucro.
Sin embargo, el fundador dice que el trabajo de la fundación es legal, en parte porque guía a las personas a una frontera internacional, pero no a través de ella.
Antes de ingresar a la selva, los migrantes tienen que pagar al grupo un impuesto separado de alrededor de 80 dólares por persona para obtener permiso para cruzar el Darién, según varias personas que cobran la tarifa en Necoclí.
Una vez que los inmigrantes han pagado, incluso reciben un recibo, dicen los recaudadores de impuestos: una pequeña pegatina, a menudo una bandera estadunidense, en sus pasaportes.
Pero la ruta por Darien sigue siendo peligrosa, ya que los migrantes deben enfrentar enfermedades como la malaria y el dengue avistando a los indocumentados en una “una grotesca prueba de supervivencia”, dijo Carlos Franco-Paredes, un médico que estudia el viaje.
Una vez cruzado el agitado golfo de Urabá, los pasajeros de los barcos del Sr. Marín llegan al pueblo de Acandí, en la desembocadura de la selva. Durante décadas, algunos residentes aquí han llevado a inmigrantes a la selva a cambio de una tarifa, argumentando que la gente moriría sin ayuda.
Las personas lamentan los precios de la fundación para llegar hasta la selva, porque “si esto fuera humanitario, le darían una mano a los que no tienen nada”.
Para miles de migrantes, la normalización de esta ruta ha planteado una cruel paradoja.
(milenio.com)