Existe un viejo proverbio en Medicina que reza: “cuando hay muchos tratamientos para una enfermedad, es que no hay un tratamiento definitivo”. Esto aplica en casi todas las enfermedades cardiovasculares, tanto congénitas como adquiridas, puesto que en la mayoría de estos padecimientos se pueden ofrecer medicamentos, cirugía o algún procedimiento intervencionista para brindarle alivio a los pacientes.
En este sentido, existe mucha desinformación entre los pacientes, relativa al empleo de las células madre para el tratamiento de diversas enfermedades cardiovasculares, por lo que el objetivo de la columna de hoy, es revisar la información actual respecto al tema. En una Corazonada previa había hecho una revisión equivalente, pero les ofrecí a mis amables lectores, que haría una sinopsis periódica del tema y les entrego la de hoy, casi cinco años más tarde de la primera.
Lo primero que debemos destacar es que no es un tratamiento aceptado por todos los países ni por todos los centros cardiológicos en un mismo país, ya que es una terapia en investigación. En México no existe un programa de este tipo ni público ni privado, de hecho las instituciones públicas dedicadas al corazón como el Centro Médico Nacional y el Instituto de Cardiología, abandonaron esta terapia por los malos resultados. A pesar de esto, en otros padecimientos como en las leucemias y algunas lesiones cerebrales, los resultados son más alentadores. En el corazón no lo son.
Hay varias razones para que este tratamiento permanezca estancado. No se sabe con exactitud qué tipo de células madre deben usarse en el corazón, ni cuál es la mejor manera de implantarlas, ni siquiera está bien definido en qué enfermedades realmente funcionaría este tipo de tratamiento.
La enfermedad en donde más ha sido empleada es la cardiopatía isquémica, específicamente en los infartos del miocardio muy extensos, que dejan secuelas considerables, al dañar la función del ventrículo izquierdo, que siendo la verdadera bomba del corazón, al quedar lesionado lleva al paciente a la insuficiencia cardíaca, con los síntomas clásicos de falta de aire con el ejercicio, hinchazón de las piernas por la tarde, cansancio fácil, baja de apetito y otros muchos problemas, que además son progresivos, por lo que al menos el 60% de los pacientes que cayeron en su primer evento de falla cardíaca, habrán perdido la vida en los siguientes 12 meses.
Como ven es una cifra escalofriante. Esto ha llevado a la búsqueda de alternativas de manejo, muy útiles para mejorar el estado de los pacientes en la fase aguda de la falla cardíaca pero sin un verdadero valor a largo plazo. Por eso se ideó el trasplante de corazón y aún el corazón artificial, que tampoco han sido soluciones definitivas. El trasplante no lo es porque hay muy pocos corazones donados para el número de personas que lo necesitan y el artificial porque es un paliativo temporal, jamás definitivo para quien está en insuficiencia cardíaca. El trasplante se sigue empleando en todo el mundo, pero muchos países han abandonado el corazón artificial.
Por eso se dio la búsqueda de esta otra alternativa, el implante de células madre en el corazón. En Centro Médico Nacional se hizo en menos de un centenar de pacientes, con células del propio paciente obtenidas de su sangre. Los resultados fueron muy malos y hubo que abandonar el protocolo, que era de investigación e implicaba llevar al paciente a cirugía de corazón abierto.
Las líneas de investigación son múltiples, se han creado de hecho corazones desde células madre, pero no hay aún aplicación en humanos de este tipo de alternativas.
Por ello, casi cinco años más tarde de la revisión previa de este tema, podemos afirmar que el empleo de las células madre para el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares, sigue siendo una gran promesa para el tratamiento de la insuficiencia cardíaca secundaria a un infarto del miocardio, pero hasta el momento actual, es sólo una terapia en investigación, que aunque ha sido utilizada en humanos en forma parcial, no es realmente una alternativa de manejo.
Hasta la próxima.