El infarto del miocardio provoca miles de muertes en México cada año, ya que de hecho es la primera causa de muerte en todo el mundo. Debido a esto, me parece muy interesante analizar un tema extremadamente paradójico., pues hay ciertas enfermedades en las que provocarle un infarto al paciente, puede salvar su vida.
Este tema es altamente especializado y muy poco frecuente, por lo que intentaré desglosarlo con la mayor simpleza posible sin quitarle un ápice del interés.
Las enfermedades que pueden tratarse mediante un infarto provocado por el médico, son muy pocas, como cierta variedad de taquicardia ventricular, una arritmia potencialmente mortal que se trata con este procedimiento.
Sin embargo, la enfermedad con la que se inició este tipo de tratamiento y que es la causa más frecuente para provocar un infarto terapéutico, es la cardiomiopatía hipertrófica obstructiva.
Esta enfermedad del corazón es congénita y hereditaria, de hecho fue la primera enfermedad cardiovascular en la que se definió que tenía estas dos condiciones. El problema radica en el cromosoma 14, en un sitio donde se transmite la capacidad del organismo de producir la proteína del músculo cardíaco que se llama betamiosina, por lo que el cuerpo no deja de codificarla y las paredes del corazón se ponen extremadamente gruesas.
Esto provoca que las cavidades cardíacas, sobre todo el ventrículo izquierdo, sean muy pequeñas y se distorsiona toda la función cardíaca. De ahí deriva su nombre, ya que cardiomiopatía literalmente se refiere a Cardio “corazón”, mio que es “músculo” y patía que significa enfermedad, en tanto que hipertrófica significa “crecimiento excesivo”.
Los síntomas de esta enfermedad son palpitaciones irregulares, desmayos inexplicables y falta de aire al caminar. Todos estos pacientes tienen un soplo cardíaco muy intenso que incluso se les oye en el cuello. El grave problema de esta enfermedad es que provoca muerte súbita en muchos de los pacientes, de hecho es la primera causa de muerte súbita en jóvenes, sin olvidar que en la misma familia se presentan varios casos del padecimiento, por ser hereditario.
El tratamiento de esta enfermedad se basa en medicamentos que disminuyan la fuerza de la contracción cardíaca como los bloqueadores de adrenalina y algunos antiarrítmicos como la disopiramida, pero muchos pacientes siguen con muchas molestias y no les previene la muerte súbita. Se ha intentado también una cirugía desde hace varias décadas, que consiste en cortar pedacitos del septum, es decir una miectomía. La operación es conocida como cirugía de Morrow y se inició en 1968, pero tiene una alta incidencia de complicaciones que incluyen el bloqueo cardíaco para lo cual hay que aplicar un marcapaso, así como la insuficiencia mitral que obliga a colocar una prótesis en esta válvula y darle anticoagulantes de por vida al paciente. Por todo esto y al no ser una operación curativa, cada vez se practica menos en todo el mundo.
Otra modalidad de tratamiento son los marcapasos conocidos como doble cámara, ya que se aplican tanto en la aurícula como el ventrículo derechos, por lo que son conocidos como marcapasos DDD. Pero, en definitiva, como terapia han fracasado.
Dado que muchos pacientes permanecen muy sintomáticos a pesar de los medicamentos prescritos, solos o en combinación y dado que los marcapasos tampoco han sido una solución, se pensó en otra manera de eliminar el exceso de músculo cardíaco, sobre todo en el tabique que divide a los dos ventrículos que es el sitio de la verdadera obstrucción para el flujo sanguíneo, que sufre el ventrículo izquierdo.
Esto llevó a considerar la posibilidad de provocar un infarto terapéutico en el tabique o septum ventricular y el primer caso se efectuó en Londres en 1995. Se han intentado varias maneras de provocar el infarto terapéutico y se encontró que mejor forma de llevarlo a cabo es con la aplicación de alcohol de 96º Gay Lussac, mediante un catéter directo a la arteria coronaria izquierda que es la responsable de irrigar esta parte del corazón. Todo se desarrolla mediante anestesia, en un laboratorio de Hemodinámica, que es similar a un quirófano y con todas las condiciones posibles de control para evitar complicaciones. Fue así que el primero en México se efectuó en 1997 en Centro Médico Nacional y fue todo un éxito.
Desde entonces, practicamos 4 en promedio por año, pues no es una patología frecuente, pero me pareció importante analizar este tema en la columna de hoy, pues tiene múltiples implicaciones, hasta de tipo ético.
Por un momento, piensen la enorme paradoja que significa, que habitualmente los médicos queremos evitar que nuestros pacientes tengan un infarto, pero en esta enfermedad somos los médicos quienes provocamos el infarto.
Podría considerarse que este tipo de manejo va contra el principio básico de la Medicina: primum non nocere “primero, no dañar”, pero en diversos foros se ha analizado esta postura y se considera correcto provocarle un infarto a pacientes con este problema, porque les salva la vida y les proporciona calidad de vida. Yo estoy completamente de acuerdo con esta postura y he tenido que realizar el procedimiento varias veces y considero que los pacientes han resultado beneficiados, pues están sin síntomas y ninguno ha tenido muerte súbita.
Mail: ricardo.jauregui03@gmail.com
Espero que el tema les resulte interesante y hasta la próxima.