En las relaciones que se establecen entre los pacientes y sus médicos, hay un evento muy difícil de enfrentar y para el que nunca estamos suficientemente preparados: la muerte de un paciente. Dentro de este contexto, quiero comentarles en la columna de hoy, una situación muy especial, la que se establece cuando el médico tratante deja desahuciado a su paciente y éste no sólo permanece vivo, sino que incluso mejora.
Darle un informe de desahucio a un paciente requiere mucha información muy precisa, como serían los estudios que en forma definitiva establecen un pronóstico mortal, así como una larga experiencia de su tratante para interpretar estos resultados. En general se establece un desahucio cuando el paciente cuando tiene una probabilidad muy pobre de permanecer vivo a los seis meses, aunque este término es arbitrario y no necesariamente significa que habrá de morir en ese tiempo.
El médico siempre debe mantener una actitud muy profesional y una gran cautela cuando debe informar a un paciente de que tiene un padecimiento grave y muy avanzado, sobre todo en enfermedades terminales como la insuficiencia cardíaca crónica con grave daño miocárdico, la insuficiencia renal terminal, varios tipos de cáncer o el daño hepático avanzado, particularmente cuando se enfrenta a la necesidad de informarle al paciente lo que padece y su pronóstico.
Es obvio que los médicos enfrentamos tremendos conflictos éticos en esta situación y en principio no daremos un pronóstico mortal a una persona directamente, cuando toda la investigación del caso demuestra que el paciente está desahuciado, si acaso se le menciona a la persona responsable del enfermo. Sin embargo, en ocasiones el familiar insiste en que el paciente debe conocer su pronóstico y hay que abordar el tema en forma directa. Pero más tremendo resulta que haya pacientes inmortales. Les llamo así a personas que deciden recibir una operación o algún tipo de tratamiento aún a costa de someterse a un alto riesgo de muerte y salen vivos, así como a personas que tienen una enfermedad mortal y que permanecen vivos y luchan por tener calidad de vida y lo logran… contra el pronóstico médico, pues ésta es la parte más difícil de mi profesión.
Debemos tener en cuenta ante un paciente desahuciado que su muerte es irremediablemente personal, al igual que su propia vida. Los médicos debemos estar sensibilizados de que al enfrentar a un paciente en estas condiciones, la persona es un ser vivo cuyo próximo fin lo vuelve más sensible, más sabio y más noble. Una persona desahuciada debe ser informada con los límites que ella misma imponga, pues debemos desdramatizar este irremediable evento, puesto que si el paciente plantea una absoluta negación, resultará imposible que acepte su situación.
En este punto quiero insistir que los inmortales son pacientes llenos de fuerza para luchar y seguir adelante. Siempre les digo a mis pacientes graves, que no olviden que el peor paciente es quien no quiere salir, porque efectivamente no sale de su padecimiento.
Tampoco puedo dejar de lado el grave problema de una mala evaluación de un paciente. Atiendo desde hace seis años a Doña Carmen, paciente desahuciada pero inmortal, pues fue mal valorada y diagnosticada. En un hospital privado del Sur de la Ciudad de México, fue internada en tres ocasiones en terapia intensiva por dificultad respiratoria que ameritó que la intubaran por períodos prolongados. En su último egreso la obligaron a usar un tanque de oxígeno y le dijeron que así viviría los pocos meses que le quedaban de vida. Aunque fue revisada por tres cardiólogos en estos internamientos, nunca fue auscultada correctamente, pues no le oyeron una doble lesión de la válvula mitral. Una vez que le aplicamos una prótesis en este sitio, la paciente se recuperó completamente, ya no usa tanque de oxígeno y hace vida normal. En este caso, una inmortal por un error médico.
Pero también quiero comentarles el caso del Sr. Romay (apellido genuino), desahuciado en una junta médico-quirúrgica en donde participamos quince médicos, pues tenía una lesión aórtica del tipo de la insuficiencia pura de grade severo y con sus 74 años, el riesgo de morir en quirófano se consideró tan alto, que se le dejó en tratamiento médico a base de fármacos solamente. Cuando el paciente insistió en operarse, a pesar de un riesgo de muerte del 40%, considerado inadmisible para operarlo, simplemente nos dijo:
-Soy yo quien se la juega, a mí deben operarme.
Fue otro inmortal, pues a los cinco días se había recuperado de la cirugía y vivió hasta los 92 años con buena calidad de vida.
Por lo tanto, les aconsejo que elijan bien a su médico para que puedan confiar en él, pero si les da un pronóstico de desahucio, luchen con todas sus fuerzas, no se dejen vencer, consulten una segunda opinión y sigan luchando.
La última palabra no la tenemos ni los médicos ni los pacientes. Alguien más determina quienes son los inmortales.
Mail: ricardo.jauregui03@gmail.com
Hasta la próxima.