Existen múltiples formas de tratamiento alternativo para las enfermedades que padecemos. Las caracteriza una serie de situaciones que permite agruparlas: son manejos no reconocidos por la Medicina, carecen de sustento científico, muy pocas veces son recomendados por médicos titulados, no son tratamientos regulados por las autoridades sanitarias y los productos que utiliza carecen de control sanitario y comercial.
Entre otros, están las cámaras hiperbáricas, los gorgojos chinos, la baba de caracol, cientos de suplementos alimenticios y bebidas energizantes. Debo hacer una mención aparte para el capítulo de la fitoterapia, pues existen miles de plantas que permanecen ignoradas, pero tienen efectos terapéuticos benéficos, en tanto que las hierbas útiles para la Medicina han sido ya purificadas y son empleadas de manera rutinaria en la terapéutica. De hecho en una columna previa ya hice un análisis sobre este tema, pues hay decenas de medicamentos que en Cardiología usamos cotidianamente, cuyo origen común son las plantas.
La ozonoterapia pertenece a este grupo de terapias alternativas y puesto que en las últimas semanas algunos de mis pacientes me han consultado sobre este manejo, decidí analizarlo hoy en este espacio para fijar mi posición y aconsejarlo a usted, amable lector, de la manera más adecuada.
El ozono es un gas muy inestable, pues en cuanto se pone en contacto con una superficie sólida se descompone en una molécula de oxígeno y algún radical libre derivado de oxígeno. Hay varios radicales de este tipo, que se producen por millones en nuestro cuerpo todos los días, pues son derivados del metabolismo de nuestros alimentos. Todos estos radicales libres provocan oxidación de los tejidos de nuestro cuerpo, pues se pegan a los vasos sanguíneos y son parte de las lesiones que llevan a la gente a la angina de pecho y al infarto del miocardio.
Por eso, en el papel parece que podría ser útil aplicar ozono en los tejidos, pues se libera oxígeno y un radical libre que se uniría a los radicales libres que ya están en el cuerpo, con lo cual todo estaría resuelto, pues no habría oxidación en nuestro cuerpo y no se provocaría esa lesión en los vasos sanguíneos que provoca todos los infartos: la placa de ateroma.
Pero en la realidad, nada de esto ocurre pues esos radicales libres nunca llegan a los vasos sanguíneos, por lo inestable que es este gas. La ozonoterapia se aplica de varias maneras, por ejemplo, mediante inhalación que es sumamente inadecuado pues el ozono inhalado es un terrible tóxico, de hecho no hay que olvidar que se recomienda no hacer ejercicio al aire libre cuando los niveles de ozono son muy elevados, ya que es un contaminante ambiental muy peligroso.
Se aplica también por inyección directa en los tejidos lo cual es muy inadecuado pues el gas se degrada de manera inmediata, se ha aplicado por vagina o por vía endovenosa, una forma muy peligrosa que no debe emplearse jamás para aplicar un gas por el riesgo de una embolia gaseosa que puede ser mortal. La peor manera en la que se aplica el ozono es transrectal. Sí, se aplica por el recto en múltiples sesiones y la verdad, todavía no me explico cómo convencen a los pacientes para recibirlo de este modo inútil, incómodo y hasta peligroso.
No existe una institución pública en México que utilice la ozonoterapia. Existen múltiples clínicas privadas que lo utilizan y lo mismo ocurre en otros países, como España, que tiene un instituto valenciano y al menos dos madrileños.
Puesto que no tiene sustento científico, es lógico que no sea utilizado en las instituciones públicas de salud en México, pero no deja de sorprender que no se regulen las instituciones privadas que venden este tipo de tratamiento, que a todas luces no debiera de existir.
ricardo.jauregui03@gmail.com
Hasta la próxima.