A los 38 años de edad, Paco estaba platicando con su esposa, cuando de manera súbita cayó al suelo golpeándose el rostro, totalmente inconsciente.
Se fracturó la nariz, por lo que sangraba profusamente y a los dos minutos, cuando recuperó el estado de alerta, se sintió terriblemente angustiado pues no podía decir una sola palabra, a pesar de que entendía todo lo que le decían.
Se trasladó al hospital donde un neurólogo le diagnosticó un coágulo en el cerebro y solicitó mi participación. Más tarde, en la sala de cateterismo cardíaco, le pusimos una malla metálica en la arteria carótida izquierda y le aplicamos anticoagulantes y un medicamento para deshacer los coágulos, con lo que se recuperó al cien por ciento y le permitió regresar a su casa tres días después con el habla recuperada y sin secuela alguna. Fue muy afortunado.
El caso es real, aunque el nombre está cambiado. Su principal problema es que fumaba desde los 13 años de edad, de tal manera que para cuando le ocurrió este problema, ya llevaba 35 años fumando, así que este accidente cerebral le pasó por haber fumado por tantos años, ya que no es diabético, no padece de colesterol alto ni tiene antecedentes familiares de este tipo de enfermedades.
Todos conocemos a personas que fuman muchísimo y por muchos años, sin que les pase un evento como el que les describo y sin que tampoco les ocurra una de las más de cincuenta enfermedades que provoca o exacerba el tabaco.
La explicación es muy simple y a la vez muy compleja. Se debe a nuestra carga genética, que ante un medio ambiente hostil se comportará de una u otra manera y le permitirá llegar a los 95 años sin infartos, sin embolias al cerebro ni cáncer del pulmón o atacarlo como a Paco, a pesar de ser tan joven.
Los genes que usted heredó de sus padres lo pueden hacer altamente susceptible a enfermarse gravemente, aunque fume muy poco, sobre todo si vive en un ambiente hostil para su carga genética, por ejemplo si empieza a engordar, a no hacer ejercicio o si desarrolla diabetes más hipertensión arterial, porque ya lo traía en sus genes y usted hizo todo lo posible por enfermarse fumando una cajetilla todos los días.
El tabaquismo es una enfermedad, que se debe a la compleja interacción entre las emociones y angustias de las personas, con la adicción a la nicotina, al terrible daño que el alquitrán de la combustión del tabaco produce y a los productos en forma de gas que despide.
Más de CINCO MIL sustancias tóxicas reciben los fumadores y por eso se considera al tabaquismo como un grave problema de salud pública, ya que es la principal causa de muerte y grave incapacidad de las personas fumadoras y muchos de sus familiares que son fumadores pasivos.
Provoca por lo menos la mitad de las muertes por enfermedad cardiovascular, que cada año ocurren en todo el mundo y que son 18 millones de muertos (¡dieciocho millones por año!) por lo que si bien las enfermedades del corazón son por lo tanto la primera causa de muerte en el mundo, esto ocurre por el tabaquismo, la diabetes, la obesidad y la hipertensión arterial, puesto que frecuentemente se presentan todas estas enfermedades en una misma persona.
En un intento de llamar la atención sobre estos problemas, la Organización Mundial de la Salud, conmemora el último domingo de septiembre el Día Mundial del Corazón y el 31 de mayo festeja el Día Mundial sin tabaco; lo malo es que los fumadores parecen no enterarse de estos intentos, pues hasta las embarazadas siguen fumando. Patético.
Las alteraciones que el tabaquismo provoca son agudas y crónicas. Entre las primeras están: la propensión a tener coágulos puesto que la sangre se hace espesa de manera inmediata ya que aumenta el fibrinógeno que es la proteína de la coagulación y aumenta la presión arterial pues las arterias se cierran ya que los músculos de estos vasos sanguíneos se contraen y deja de funcionar correctamente el endotelio, ese forro interno de los vasos sanguíneos y el corazón, además de que se paralizan los bronquios y se inundan de moco que no puede ser expulsado.
Los efectos crónicos incluyen a los agudos, pues no dejan de presentarse a través de los años y luego se provocan lesiones malignas en los pulmones y todo el árbol respiratorio, además de obstrucciones por grasa en todos los vasos sanguíneos.
Las lesiones crónicas son progresivas y por eso el fumador termina con cáncer en pulmones, lengua, encías, labios, enfisema pulmonar, bronquitis crónica, ataques cerebrales, angina de pecho, infarto del miocardio, insuficiencia cardíaca y una larga lista de enfermedades directas o exacerbadas por el tabaquismo.
Y pensar que el año pasado se hizo famoso un niño asiático por fumar desde los 3 años y que en México la edad de inicio para los fumadores pasó de los 15 a los 12 años y finalmente, pensar que en México hay unos 26 millones de fumadores activos y que toda su familia y compañeros de trabajo son fumadores pasivos, ¡quienes a veces desarrollan peores enfermedades que los fumadores activos!, resulta terriblemente preocupante para las familias, la sociedad y los diferentes niveles de gobierno, que han emprendido acciones positivas para mejorar la situación pero falta mucho por hacer.
El fumador debe entender que los niños que lo observan fumando, pueden imitarlo. Debe entender que se provoca un daño irreversible a sí mismo y que se lo provoca a su familia. Debe entender que lo primero que debe hacer para dejar de fumar es usar el colesterol en sus tres comidas (por aquello de dos huevos fritos en la mañana, dos nuevos hervidos en la tarde y dos revueltos en la noche).
Yo espero que usted, amable lector que fuma, deje de hacerlo, pues su vida y la de su familia depende de esto.
Yo espero haberlo informado y no lo hago fumando.
Correo: ricardo.jauregui03@gmail.com