Recientemente revisaba para ustedes el tema de las dislipidemias, un grupo de enfermedades que se caracteriza por tener alteraciones de las grasas en la sangre.
Lo habitual es que las personas se refieran a este problema, como “tener el colesterol alto”, pero en realidad las alteraciones son de diversos tipos.
Podemos padecer de colesterol y triglicéridos altos, lo que conocemos como dislipidemia mixta, que es la enfermedad más común relacionada con los lípidos o grasas en la sangre. Dislipidemia quiere decir eso precisamente: “grasas en la sangre en cantidad diferente a la normal”.
El problema puede ser de nacimiento, lo que conocemos como dislipidemia familiar o bien, puede ocurrir con los años, asociado sobre todo a la diabetes mellitus, a la hipertensión y al síndrome metabólico, temas todos que hemos tratado en este espacio y que los invito a leer.
Al colesterol se le ha considerado “el malo de la película”, pero en realidad es absolutamente necesario para la vida por lo que no debemos intentar bajarlo demasiado, ya que muchas funciones del organismo se verían alteradas, además de que hay evidencia estadística, de que un colesterol bajo puede favorecer algunos tipos de cáncer como el de colon. Por eso, en esta segunda parte de la revisión del colesterol, hablaremos del tratamiento más adecuado para este problema.
En uso comercial, tenemos básicamente cuatro tipos de medicamentos: los que disminuyen la absorción de colesterol en el intestino, como la ezetimiba; los que bloquean una enzima hepática para que el hígado no produzca colesterol, como la familia de medicamentos llamados estatinas; los derivados del ácido nicotínico que tienen como finalidad bajar el colesterol “malo” y elevar el “bueno”, el protector HDL-colesterol por sus siglas en inglés, como expliqué en la primera parte de esta columna.
Finalmente un grupo de medicamentos dedicados a disminuir específicamente los triglicéridos, conocidos como la familia de los fibratos. Dado que mi columna es estrictamente ética, no usaré los nombres comerciales que empleo todos los días al recetarle uno de estos fármacos a mis pacientes, puesto que si hablo en contra de un medicamento los laboratorios que lo fabrican podrían tergiversar mis palabras, puesto que son marcas comerciales protegidas y en caso de hablar bien de un medicamento, se me podría acusar de haber recibido alguna gratificación para hacerlo y jamás he recibido beneficios económicos por usar o recomendar un medicamento y la hora de empezar a recibirlos nunca habrá de llegar.
Le recomiendo entonces, que revise el contenido del medicamento que usted usa para que identifique el fármaco que estemos analizando, pues me referiré a las fórmulas éticas y no a los nombres comerciales.
Para iniciar una terapia con estos fármacos, siempre deberá intentarse un plan de dieta, ejercicio y descenso de peso, adecuado a cada persona. La condición física de cada quien, las enfermedades intercurrentes, el grado de obesidad y los niveles en sangre de los diversos tipos de grasas, de acuerdo a sus resultados de laboratorio son los principales factores que determinan el tratamiento que los médicos decidimos para cada paciente.
La mayoría de los pacientes necesitarán una dosis inicial de 10 mg al día de una estatina, excepto si ya tuvieron un infarto o van a ser sometidos a angioplastia, pues en estos casos es mejor una dosis mayor.
Quiero plantearles desde este momento que la prescripción de cualquier medicamento debe ser hecha por un experto, motivo por el que la Secretaría de Salud en México, planteó en agosto del año pasado, la necesidad de una receta para vender un antibiótico y esto mismo debería ocurrir con muchos fármacos y en particular con lo que controlan la dislipidemia, pues son medicamentos poderosos y con varios efectos secundarios indeseables relativamente frecuentes.
Hace unos 15 años, un médico que es mi paciente y tomaba estatinas empezó a perder masa muscular de ambos brazos, al grado de no poder bañarse solo y tardamos más de un año en lograr que se recuperara. La afección muscular, conocida como miopatía, es uno de los efectos severos más comunes que las personas enfrentan y que los médicos debemos estar alerta para evitar o detectar a tiempo. Globalmente el 2% de los pacientes tienen efectos indeseables, pero el dolor muscular ocurre hasta en un 10%, en tanto que la miopatía, con pérdida de masa muscular por daño directo ocurre en un 2%.
Algunos pacientes tienen un perfil de mayor riesgo, como son los de origen asiático, los menores de 10 años, quienes tengan una historia familiar de miopatía, los que padecen de alcoholismo, falla renal o hepatitis. Las embarazadas deben suspender de manera inmediata su empleo y avisar a su médico, en tanto que no deben recibir estos medicamentos durante la lactancia.
Otros aspectos muy interesantes son los relacionados con la prevención primaria y secundaria de las enfermedades cardiovasculares a través de las estatinas. Sin duda, la mejor medicina y además la más barata es la prevención.
Se le llama primaria cuando una persona recibe los medicamentos sin haber tenido algún problema cardiovascular como un infarto o angina de pecho, en tanto que la secundaria es cuando un evento de este tipo ya le ha ocurrido. Existe suficiente información para afirmar con certeza que las estatinas son excelentes para la prevención secundaria pero no así para la primaria.
Como tratamiento de la dislipidemia son totalmente necesarias, pero no son preventivas de tipo primario.
Siempre les recomiendo la administración nocturna, aun sin alimentos, debido a la producción y síntesis nocturna del colesterol y les recuerdo que debe evitarse en lo posible el empleo combinado de medicamentos exclusivos para los triglicéridos como los fibratos con estatinas.
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