Los médicos debemos considerar a cada paciente como un individuo diferente, con sus propias particularidades y formas personales de responder ante una alteración en su salud. Por ello siempre afirmamos que “hay enfermos, no enfermedades”, en relación al hecho de que existe una clasificación internacional de las enfermedades, la famosa CIE, que periódicamente es revisada por la Organización Mundial de la Salud (la OMS), para regular el manejo de los pacientes que tienen problemas similares, para permitir un mejor entendimiento entre el personal de salud y elaborar estadísticas epidemiológicas que permitan designar presupuestos adecuados en cada país.
Imaginemos que México le dedicara menos recursos a las enfermedades cardiovasculares porque no posee la información suficiente y actualizada sobre este tipo de enfermedades, el resultado sería una mayor mortalidad a corto y largo plazo. Este tipo de enfermedades ya son la primera causa de muerte en nuestro país y si no se clasifica correctamente cada paciente con un infarto o una hemorragia cerebral por hipertensión arterial, los resultados serían desastrosos. Por lo tanto, la clasificación de las enfermedades cumple con creces con sus objetivos y de ninguna manera desaparecerá, pero los pacientes responden de manera muy diferente ante las enfermedades y deben ser tratados con un alto índice de sospecha por parte del médico para identificar su problema.
Les pongo un ejemplo concreto: una paciente de 84 años de edad, consulta a su médico de cabecera porque lleva seis horas de sudoración fría continua como único problema. La tensión arterial es normal pero en límites bajos pues tiene 100/60 mmHg. Esto puede corresponder a varias enfermedades, pero les comento que es un caso real que viví personalmente y que al estudiarla, le encontramos altas las enzimas cardíacas y un electrocardiograma totalmente anormal pues mostraba un gran infarto del miocardio. Así que sin haber tenido dolor característico, sin ser fumadora ni diabética tenía un infarto y por lo tanto sólo con una fuerte sospecha se le pudo hacer el diagnóstico. Por eso a veces decimos que hay pacientes que “no leen los libros de Medicina” pues su comportamiento es completamente diferente al esperado con la enfermedad específica que se le está diagnosticando. Recuerden que “hay enfermos, no enfermedades” y que cada paciente es diferente.
A pesar de lo mencionado hasta ahora, sin duda es necesario mantener una clasificación de las enfermedades y en la actualidad usamos la versión CIE 10, pues es la revisión más reciente, publicada en el año 1994, por lo que podría parecer vieja, sin embargo, la siguiente versión está programada para el año 2017, de acuerdo con la información más reciente de la OMS y es usada por los 147 países que la conforman.
La clasificación de enfermedades se inició en 1850, aunque la OMS tomó esta responsabilidad cuando fue creada en 1948. La CIE se edita en tres volúmenes y es utilizada por los países miembros de manera obligatoria.
Aunque está bien especificado que las enfermedades del aparato circulatorio se localizan en el capítulo X, de la clave I 00 al I 99, conviene aclarar que tanto en las enfermedades cardiovasculares como en los padecimientos de otros aparatos y sistemas de nuestro cuerpo, existen todavía padecimientos que no son clasificables y eso obliga a que en la CIE 10 existan apartados especiales. Contra lo que podría suponerse, hay muchos pacientes que tienen enfermedades no clasificables lo que obliga a emitir diagnósticos incompletos y lo más importante, es que no pueden ser tratados de manera adecuada.
Esta información me parece crucial para ustedes, amables lectores, para que cuando tengan que ser pacientes, deban considerar la necesidad de proporcionar toda la información posible a sus médicos para que les hagan un buen diagnóstico.
Hasta la próxima.