En las calles de la Ciudad de México, hay muchos vendedores ambulantes que han de estar preocupados por los miles de personas que fallecen por un infarto año tras año, por lo que venden “arañas para el estrés” , en su muy particular versión de medicina preventiva.
Las arañas para el estrés me recordaron que valía la pena revisar para ustedes este tema, cuya importancia ha ido en ambos sentidos: al estrés se le ha exagerado y se le ha abandonado como motivo de enfermedad cardiovascular.
Después de leer esta columna, ustedes tendrán su propia conclusión.
El estrés es una reacción natural de las personas, para prepararse ante cualquier evento de la vida diaria que se identifica como una amenaza. El problema es que hay gente que reacciona de modo exagerado ante todo lo que hace y aún una cita intrascendente le puede provocar diarrea.
Las respuestas de nuestro cuerpo ante el estrés son múltiples e incluyen prácticamente a todos nuestros aparatos y sistemas: la piel se pone pálida y levemente sudorosa y fría; el corazón nos late más de prisa, se produce vasoconstricción arterial, ya que estos vasos sanguíneos “se cierran” parcialmente en varias áreas del cuerpo para aumentar el flujo de sangre a órganos que nos preparan para la lucha; aumenta temporalmente nuestra coagulación por si tienes una herida durante la lucha, aumenta el azúcar en la sangre por varios mecanismos, la boca se te pone seca, se te dilatan las pupilas y otras respuestas más, ya que todo el estrés es un mecanismo de defensa.
Aprender a regular esta respuesta fisiológica es la clave para que el estrés no te dañe el corazón u otras partes del cuerpo.
El estrés representa una respuesta a la ansiedad por lo tanto y no todos podemos manejar bien la ansiedad.
Desde hace un siglo, se reconoció que las respuestas fisiológicas eran individuales y dependían de la personalidad de cada uno de nosotros. No hay que pasar por alto que la personalidad es parcialmente lo que tus padres te heredaron en sus propios genes y parcialmente tu educación en casa, tu escolaridad y tus propias experiencias, por lo que la forma como respondes a la ansiedad es totalmente tuya. Cada quien tiene entonces su propio estrés y su muy particular manera de responder.
La base fisiológica del estrés es neurohumoral.
Me explico: los humanos tenemos diversas sustancias en la sangre que regulan nuestro sistema cardiovascular, a las que en conjunto llamamos “humores”, como lo hicieron hace unos 400 años los primeros médicos con orientación netamente científica.
Estos “humores” son hormonas (del griego hormao que quiere decir “yo te hago trabajar”) que vienen de una glándula hacia otro órgano que entra en funcionamiento como el cortisol, la adrenalina, la vasopresina y otras, además de sustancias liberadas a la sangre que trabajan casi como hormonas sin serlo, como la angiotensina, la bradicinina y otras más, que en conjunto son esos “humores” de la parte neurohumoral que provocan el estrés.
La parte neural de esta respuesta neurohumoral, está dada por el cerebro que es capaz de reconocer los diferentes orígenes del estrés y dar una respuesta adecuada a cada uno de ellos en forma aguda.
El estrés debiera ser una situación sólo aguda, de minutos u horas, el problemas es que mucha gente vive en estrés y puede enfermar por ello. Pero momento, no sólo por estrés puedes enfermarte: los factores que llevan a una persona a una catástrofe cardiovascular como una embolia, un infarto o la muerte súbita, son MÚLTIPLES, por lo que en la actualidad se considera al estrés como un factor menor.
No debe haber malentendidos: la ansiedad y el estrés como respuesta pueden provocar muchos síntomas pero su efecto es agudo, por lo que a largo plazo tiene mucha más importancia el efecto de una presión arterial elevada, de una diabetes mellitus mal controlada o el daño del tabaquismo que el estrés.
Los efectos agudos se han relacionado con depresión, ansiedad, vitiligo, colitis, disfunción eréctil, trombosis, diabetes, hipertensión arterial, suicidios, trastornos de aprendizaje, úlceras pépticas, insomnio, obesidad, dolores musculares, inmunodeficiencia y muchos más, pero nada de esto puede ser probado científicamente porque no podemos medir el estrés y porque intervienen demasiadas variables en cada uno de los problemas que se le han atribuido sólo al estrés.
En la hipertensión arterial por ejemplo, se le daba mucha importancia a la reacción de la persona ante la ansiedad; se acuñó de hecho el término “hipertensión de batas blancas” en referencia a la elevación de la tensión arterial que experimentaban muchas personas cuando enfrentaban a un médico y se le llamó también “hipertensión reactiva” a la enfermedad que muchas personas afirmaban tener, porque sus médicos les habían dicho que sólo en situaciones de estrés se les subía la presión.
Miles de estudios epidemiológicos (y por favor pronúncienlo bien, no como la maestra Elba en aquella célebre conferencia) han demostrado que quienes son hiperreactores (de hiper que significa mucho) serán hipertensos realmente, sólo que están en fases iniciales y no sostenidas de su enfermedad.
En la fase aguda, por lo tanto, conviene tratar a muchos pacientes con ansiolíticos como el alprazolam, pero sólo en forma temporal, porque no hay que olvidar que lo que estamos tratando es el efecto agudo, no una enfermedad como tal. Por eso también aconsejo yoga, clases de meditación y ejercicios aeróbico a mis pacientes, ya que así disipan muchos de los efectos del estrés.
A propósito de esto: yo creo que las “arañas para el estrés” no sirven en sí mismas, todo depende de tu respuesta personal y por supuesto, de quién te dé el masaje con este instrumento.
Los invito de nuevo a usar el blog para preguntas, comentarios y decirme los temas que les interesen. Hasta la próxima.
Mail: ricardo.jauregui03@gmail.com